Tesla, una de las compañías más disruptivas del siglo XXI, no solo ha revolucionado la industria automotriz con su apuesta por la electrificación, sino que también ha protagonizado uno de los movimientos financieros más llamativos —y costosos— de la historia reciente del mercado de criptomonedas. En 2021, bajo el liderazgo de Elon Musk, la empresa invirtió 1.500 millones de dólares en bitcoin, una maniobra audaz que en su momento reforzó la narrativa de adopción institucional de los activos digitales. Sin embargo, apenas un año después, Tesla liquidó el 75% de esa inversión justo cuando el mercado cripto se encontraba en caída libre.
En el informe de resultados correspondiente al segundo trimestre de 2025, la compañía reveló que su cartera de activos digitales ascendía a 1.240 millones de dólares, una cifra que, si bien representa un aumento sustancial respecto a los 722 millones reportados un año antes, también deja en evidencia una oportunidad perdida de proporciones épicas. Bitcoin ha experimentado un repunte de casi un 80% en los últimos doce meses y cotiza actualmente en niveles cercanos a su máximo histórico, por encima de los 119.000 dólares. Si Tesla hubiera conservado su inversión inicial, hoy tendría en su balance cerca de 5.000 millones de dólares en bitcoin, cuatro veces más que su valoración actual de activos digitales.
Del entusiasmo a la retirada en medio del pánico
En 2021, Musk no solo compró bitcoin: se convirtió en uno de sus mayores promotores. Un simple cambio en su biografía de Twitter, donde añadió el hashtag #bitcoin, bastó para que el precio de la criptomoneda subiera un 20% en un solo día. Ese mismo año, Tesla anunció su compra de bitcoins como parte de una estrategia para diversificar su tesorería y maximizar los rendimientos de su caja. La jugada fue recibida con entusiasmo por los defensores del ecosistema cripto y colocó a la firma automotriz en el centro del debate sobre la legitimidad del bitcoin como activo de reserva.
Pero el viento cambió pronto. En 2022, la euforia pospandémica se desvaneció y el mundo comenzó a lidiar con una inflación galopante, el endurecimiento de la política monetaria y una aversión creciente al riesgo. Los mercados bursátiles y criptográficos se desplomaron al unísono, y Tesla no fue la excepción: su capitalización bursátil se redujo en dos tercios durante ese año. En ese contexto, la empresa decidió vender gran parte de su tenencia de bitcoins, una medida que buscaba reforzar su liquidez mientras enfrentaba la tormenta financiera.
Sin embargo, con el tiempo, el ciclo volvió a girar. El regreso de Donald Trump a la presidencia y su política favorable hacia las criptomonedas, incluyendo la reciente creación de una reserva estratégica de bitcoin, ha revitalizado el sector. Las condiciones del mercado son ahora radicalmente diferentes, y bitcoin se ha revalorizado casi seis veces desde el segundo trimestre de 2022, cuando Tesla decidió salir del juego.
La paradoja de Musk: entre la visión futurista y la cautela financiera
Elon Musk ha hecho del riesgo una de sus principales herramientas estratégicas, apostando fuerte en sectores como la inteligencia artificial, la conducción autónoma o la robótica humanoide. No obstante, en el caso del bitcoin, su empresa se retiró justo antes de la recuperación, lo que contrasta con la narrativa de “visión a largo plazo” que suele esgrimir el empresario.
En el presente, Musk apenas habla de criptomonedas en su red social X (antes Twitter), y no ha respondido públicamente a las recientes noticias sobre las pérdidas potenciales asociadas a la venta anticipada de bitcoin por parte de Tesla. Su última declaración relevante sobre el tema data de marzo de 2022, cuando aseguró que seguía siendo propietario de bitcoin, ethereum y dogecoin a título personal, sin intención de venderlos.
A pesar de todo, las criptomonedas aún tienen impacto en el balance de la compañía. Tesla registró una ganancia de 284 millones de dólares por valorización de bitcoin en el segundo trimestre de 2025, en un período donde su beneficio neto total fue de 1.170 millones. Aunque significativa, esta cifra palidece frente a lo que pudo haber sido si la estrategia se hubiera mantenido sin cambios.
El coste de la impaciencia corporativa
Lo ocurrido con Tesla y el bitcoin es una lección sobre los riesgos —pero también sobre las recompensas— de mantener una visión coherente en mercados volátiles. Mientras Tesla se prepara para enfrentar desafíos mayúsculos en su negocio principal, como la caída en los ingresos por venta de vehículos, la competencia creciente en el segmento de robotaxis y los efectos de aranceles y subsidios inciertos, el hecho de haber renunciado a una fuente potencial de ingresos tan significativa no pasa desapercibido para los inversores.
La historia dirá si Tesla volverá a apostar por las criptomonedas como parte de su estrategia financiera. Por ahora, la compañía parece centrada en otras prioridades. Pero lo que es innegable es que, en un mundo donde la paciencia puede ser tan valiosa como la innovación, incluso los gigantes pueden equivocarse de momento. Y en el caso de Tesla, ese error ya se mide en miles de millones de dólares.