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Las empresas compran 4 veces más Bitcoin del que se mina cada día

La creciente demanda institucional redefine la dinámica de oferta y consolida a Bitcoin como activo estratégico.

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La narrativa en torno a Bitcoin ha evolucionado de manera radical en los últimos años. Lo que en su origen fue percibido como un experimento digital con tintes libertarios se ha transformado en un activo que hoy atrae la atención de corporaciones, fondos y gobiernos. El último estudio publicado por River, una firma estadounidense de servicios financieros especializada en Bitcoin, ilustra con claridad esa transformación: las empresas están absorbiendo alrededor de 1.755 BTC al día, frente a una oferta minera de apenas 450 BTC diarios tras el último halving de abril de 2024.

La cifra resulta aún más contundente cuando se añade la demanda de los fondos cotizados y ETFs de Bitcoin al contado, que capturan de forma adicional 1.430 BTC diarios. El resultado es un desequilibrio estructural: la absorción institucional supera con creces la capacidad de producción de la red, lo que convierte la escasez —siempre central en la narrativa de Bitcoin— en un fenómeno palpable y medible.

Escasez programada frente a apetito corporativo

La dinámica parte de un hecho inmutable: la política monetaria de Bitcoin no cambia. Con recompensas reducidas a 3,125 BTC por bloque y un promedio de 144 bloques diarios, la emisión ronda los 450 BTC cada jornada. Es un flujo decreciente por diseño, que tiende a cero conforme se aproxima el límite de 21 millones de unidades.

Frente a esa oferta rígida, la demanda corporativa se ha disparado. Empresas como MicroStrategy, que ha convertido la acumulación de Bitcoin en estrategia de tesorería, son solo la punta de lanza de un movimiento más amplio: compañías convencionales que mantienen BTC en balance, multinacionales que diversifican su liquidez en el activo, e incluso gobiernos que experimentan con su adopción parcial.

El análisis de River muestra que el saldo neto que termina en billeteras empresariales es casi cuatro veces superior al volumen recién emitido por los mineros. A ello se añaden los flujos de ETFs y fondos regulados, que actúan como puentes entre el mercado tradicional y la infraestructura cripto, intensificando el desequilibrio.

De la fiebre del oro a la fiebre digital

La comparación con el oro es inevitable. Durante décadas, el metal precioso ha sido refugio por excelencia para instituciones, bancos centrales y gobiernos, con una producción minera de unas 3.500 toneladas anuales que, pese a ser significativa, apenas representa un 1,5% del stock ya existente. En el caso de Bitcoin, la situación es aún más drástica: el flujo nuevo es mínimo frente a la demanda creciente y, a diferencia del oro, no existen grandes “descubrimientos” que amplíen su base monetaria.

Este paralelismo otorga a Bitcoin una cualidad estratégica: se convierte en un activo cuya escasez no depende de factores geológicos ni de decisiones de producción, sino de un código inalterable. Para un mundo corporativo acostumbrado a lidiar con inflación monetaria y con exceso de liquidez que busca refugio, la atracción es evidente.

Incluso en comparación con la deuda soberana, que ha funcionado históricamente como “activo libre de riesgo”, Bitcoin empieza a ganar terreno como reserva alternativa. En un entorno de deuda pública en máximos históricos —con Estados Unidos superando el 150% de deuda/PIB y Europa en una dinámica similar—, algunos inversores perciben en BTC un activo escaso, ajeno a la manipulación política y con un horizonte de emisión predecible.

El papel de los individuos y la transición hacia manos institucionales

Uno de los aspectos más llamativos del estudio de River es el aparente “retroceso” de los individuos, que registran un saldo neto negativo de –3.196 BTC diarios. Lejos de implicar que los pequeños inversores estén liquidando posiciones en masa, la cifra refleja un traspaso de propiedad hacia entidades institucionales. Es decir, Bitcoin está migrando de carteras personales a balances empresariales, fondos regulados y custodios institucionales.

Este fenómeno plantea preguntas relevantes sobre la concentración y la gobernanza del ecosistema. Si la tenencia de Bitcoin se desplaza progresivamente hacia manos corporativas, el activo podría perder parte de su ethos descentralizado inicial. Al mismo tiempo, sin embargo, esta transición le otorga mayor legitimidad en el sistema financiero global y consolida su rol como activo de inversión seria para tesorerías y fondos de pensiones.

Implicaciones estratégicas y riesgos

El desequilibrio entre oferta y demanda institucional tiene implicaciones de largo alcance. En primer lugar, tensiona la liquidez de mercado: cada BTC absorbido por una empresa o un fondo tiende a permanecer más tiempo inmovilizado, reduciendo la flotación disponible para el comercio diario. Esto refuerza la percepción de escasez y, potencialmente, incrementa la volatilidad en momentos de fuerte demanda marginal.

En segundo lugar, coloca a Bitcoin en un terreno inédito frente a la regulación. A medida que el activo se convierte en parte integral de balances corporativos y de instrumentos financieros regulados, las autoridades monetarias y fiscales estarán más incentivadas a establecer marcos normativos claros. Lejos de debilitarlo, esta institucionalización podría ampliar su adopción, al disipar dudas sobre riesgos legales o contables.

No obstante, el análisis también invita a la prudencia. River subraya que su metodología —basada en etiquetado de direcciones, bases de datos externas y registros públicos— tiene limitaciones. No todas las carteras pueden clasificarse con precisión y muchas entradas netas a direcciones corporativas pueden deberse a operaciones internas de custodia, no a compras directas en mercado.

Un cambio de era para Bitcoin

Lo esencial es que el estudio confirma una tendencia de fondo: Bitcoin está dejando de ser un activo dominado por inversores individuales para convertirse en un recurso estratégico para empresas y fondos globales. Como ocurrió con el oro en el siglo XX, la acumulación institucional podría redefinir su papel en la arquitectura financiera internacional.

Si el ritmo actual se mantiene, Bitcoin podría convertirse en un activo sistémico cuya influencia trascienda el ámbito cripto. Para algunos analistas, la absorción corporativa es la señal más clara de que Bitcoin está transitando desde la periferia digital hacia el núcleo del sistema financiero. Para otros, supone el inicio de un nuevo dilema: cómo preservar su espíritu descentralizado en un mundo donde los grandes actores concentran la mayor parte de la oferta.

Sea cual sea la interpretación, la conclusión es difícil de ignorar. En un ecosistema donde la narrativa siempre giró en torno a la escasez y a la resistencia a la inflación, el hecho de que las instituciones estén absorbiendo cuatro veces más Bitcoin del que se mina cada día representa una validación contundente de ese principio. No es solo una cuestión de flujos: es el inicio de una nueva etapa en la historia de la criptomoneda, donde su destino ya no depende de la especulación minorista, sino de la estrategia de los gigantes financieros.

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